SILENCIO
El silencio se propagó rápidamente en la sociedad argentina durante los primeros años de la última dictadura en nuestro país y fue fundamental para el sostenimiento del régimen de facto.
En el ámbito escolar, y en particular en el Normal 4, existía un silencio impuesto por las autoridades, quienes evitaban abordar temas considerados "peligrosos". Se promovía una educación que enfatizaba la disciplina y el respeto a la autoridad, al mismo tiempo que se excluían cuestiones sociales y políticas capaces de generar preguntas incómodas. Este silencio institucional contrastaba con las vivencias personales de muchas estudiantes que, en sus hogares o barrios, percibían de manera directa el miedo y la violencia que caracterizaron la época.
Por otro lado, estaba el silencio asumido por nosotras mismas como una estrategia de autoprotección. En un entorno donde "hablar de más" podía traer consecuencias peligrosas, aprendimos a ser cautelosas. En la escuela no se hablaba de la sexualidad, lo más cercano a el tema fue la proyección, en 1er. año del video de Johnson & Johnson que nos hablaba de la menstruación de la manera más neutra posible. Era el mismo que nos daban en la primaria. De hecho, muchas de nosotras pensábamos que, compañeras que no cursaban más con nosotras tenía que ver con mudarse o cambiarse de escuela. De grandes nos enteramos que estaban embarazadas y tenían que irse de la escuela. Los libros de Historia terminaban con la “caída” de Yrigoyen o de Perón y siempre los gobiernos de facto tenían como objetivo salvar al país. Los libros de texto de Formación Cívica (Instrucción Cívica, ERSA, etc.) de los que estudiábamos temas tan incomprensibles, no por difíciles, sino porque no los veíamos reflejados en la realidad. Para dar un ejemplo leíamos El artículo 1 de la Constitución Nacional: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”. Si bien la realidad era otra, no importaba, si en definitiva de lo que se trataba era de estudiarlo de memoria...

Ilustración - Ignacio Bechara
Algunas de nuestras compañeras tenían familiares militantes políticos que vivían bajo constante amenaza de persecución por parte del régimen. Las fuerzas represivas identificaban, seguían y atacaban a quienes consideraban subversivos. Ante este peligro, las hijas e hijos de militantes—varias de nuestras compañeras—adoptaban desde pequeñas estrategias de cuidado personal, como no revelar información privada. Por ejemplo, no nos daban la dirección de sus casas ni nos invitaban, como solían hacerlo otras, limitando el acceso a su vida más allá del Normal. En muchos casos, estas familias vivían en la clandestinidad, mudándose con frecuencia para evitar ser descubiertas. Además, el control social y la posibilidad de ser denunciadas volvía arriesgado confiar incluso en compañeras de la escuela. La incertidumbre sobre quién podía informar a las autoridades generaba cautela en las relaciones. En las charlas de pasillo y durante los recreos, ciertos temas eran evitados de forma consciente. Sin embargo, este silencio no implicaba desconocimiento, sino más bien resistencia: un acuerdo tácito para proteger nuestras inquietudes y pensamientos frente al control constante. Era como vivir con el silencio como “música de fondo”. El aula, que debería haber sido un espacio para la reflexión crítica, también reflejaba esta tensión. Los debates que no encontraban lugar en el currículum oficial solían trasladarse a espacios más privados, como los baños de la escuela, según recuerdan varias compañeras en las entrevistas. No obstante, este silencio, que a veces parecía total, también mostraba fisuras. Las risas en los recreos, los guiños y miradas cómplices, y las canciones susurradas en voz baja eran pequeñas gestas que desafiaban el intento de homogeneización y control. Reflexionar sobre el silencio vivido por las estudiantes del Normal 4 nos permite no solo entender el impacto de la dictadura en la vida cotidiana, sino también reconocer cómo, a pesar de las restricciones, logramos resignificar nuestra experiencia y construir memorias colectivas en medio del miedo.
“La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria”. Eduardo Galeano en “La desmemoria/2” en “El libro de los abrazos”, 1989.
Algunas de las circulares que regían en la educación pública, durante la última dictadura militar
Las circulares fueron halladas mediante la asistencia de la Secretaría de la E.N.S. Nro. 1 Roque Saez Peña












