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RECORDAR DESDE EL PRESENTE

“La memoria, entonces, se transforma, al momento de recordar, en un campo de acción en el que los hechos aparecen contextualizados por una manera de interpretar la vida. Es decir que el ejercicio de recordar en sí resulta históricamente significativo tanto para el que escucha la experiencia vivida como para el que la recuerda.  Pero ese significado se lo damos nosotros, parte de un análisis enmarcado, a su vez, en nuestra propia cultura. nuestra escucha y sus relatos se enmarcan en una especie de «tensión» entre memorias e historias”. Benadiba, Laura: Hasta la memoria siempre. La palabra como patrimonio de los pueblos. Pamiela, España, 2022, página 67

Cuando recordamos no lo hacemos desde el pasado, sino desde el presente. Es este presente el que condiciona, moviliza y resignifica nuestras vivencias. Lo que hoy podemos decir, pensar o sentir sobre aquello que vivimos hace más de cuarenta años, está atravesado por el tiempo que pasó, por todo lo que supimos después, por los silencios que pudimos romper y por las palabras que hoy sí nos animamos a pronunciar.

Esta sección nace de un reencuentro, para celebrar el 40° aniversario de nuestra graduación, en 1982.  Lo que parecía que iba a ser una reunión para saludarnos, para ver quién venía y quién no —con ese miedo a veces de no reconocernos o de no saber qué decir—, terminó siendo una experiencia profundamente movilizadora. No solo vinieron las compañeras de los cursos que habíamos compartido, sino también otras que no habían sido parte de nuestro grupo directo, pero que habían vivido los mismos pasillos, las mismas normas, el mismo clima.

Volvieron las agendas, los guardapolvos firmados desde quinto año, las fotos, las anécdotas, las risas, las canciones… y también la sorpresa de reconocernos en las otras. De ver que algunas características nuestras seguían ahí —una forma de mirar, una risa, una manera de caminar— y que otras habían cambiado. Fue conmovedor descubrir cómo nos veían nuestras compañeras. En algunos casos darnos cuenta de éramos mucho más que lo que recordábamos, adolescentes que hacíamos chistes, que generábamos un espacio donde se podía estar bien (aunque estuviéramos seguras de que no). Y entender que, a pesar de haber vivido, en contextos personales difíciles, para muchas la escuela fue un lugar donde podíamos ser nosotras, buscando las grietas del sistema para poder lograrlo.

 

Recordar desde el presente es eso: volver al pasado con las herramientas que tenemos hoy. Escuchar nuestras voces, las de antes y las de ahora, y darles un lugar. Porque la memoria no archiva el pasado, lo transforma cada vez que lo evocamos. 

Discurso 100 años del Normal 4

Nosotras también estamos aquí, con nuestra presencia y nuestra palabra, para celebrar los primeros cien años de esta escuela en la que cursamos nuestra primaria y/o secundaria, o al menos algunos de los años de ese tiempo esencial en la vida de un ser humano que es su etapa de socialización… el tiempo de salir del ámbito familiar donde impera lo particular, lo privado, al encuentro de lo diverso, del que es distinto, del que existe con su identidad propia .Venimos a dejar nuestra palabra sobre otra huella imborrable en nuestra vidas: transitamos nuestros años de escuela durante la última dictadura militar y pensamos que la escuela fue testigo silenciosa de las políticas perversas del terrorismo de estado, y que su silencio cómplice o cobarde contribuyó no sólo a legitimar las medidas disciplinarias tendientes a garantizar la represión de cualquier movimiento estudiantil y a impedir su articulación con las luchas reivindicadoras de nuestro pueblo, sino que también posibilitó el aislamiento y la incomunicación irremediables de las compañeras o docentes que padecieron en carne propia la persecución, el desarraigo, la tortura o la muerte. Nuestra escuela tiene dos profesoras y quince (EN ESE MOMENTO, AHORA EL LISTADO ES MAYOR) alumnas desaparecidas, y es en memoria y celebración de sus vidas que decidimos tomar la palabra.

Toda institución educativa guarda en su piel huellas de la dictadura.

Hagamos memoria.

Los años previos al golpe del ’76 fueron años de efervescencia para los estudiantes, prendidos sus sueños a los del mayo francés… ser realistas pidiendo lo imposible… contagiar a las clases trabajadoras postergadas, acompañar sus reclamos …..

Aquí en nuestro país, alguno de los sectores de la juventud abrazaban la causa peronista como proyecto nacional de liberación y otros jóvenes recorrían el camino hacia una patria socialista. Ambos se sumían progresivamente en la espiral de violencia propuesta desde el centro del poder… comenzaba a sentirse una hostilidad creciente hacia militantes y simpatizantes de los reclamos populares y se integraban al paisaje cotidiano tanto las movilizaciones obrero-estudiantiles en favor de mejoras laborales o el boleto estudiantil, como las listas negras y los allanamientos a sindicatos, fábricas, facultades y hogares… familias enteras se veían forzadas a cambiar continuamente su domicilio evitando ser detenidas y muchas compañeras eran re-matriculadas en nuevas escuelas secundarias tratando de burlar la vigilancia de un estado anárquico…. Sin embargo, el imperativo de no meterse, no preguntar y callar ya formaban parte del entramado que nos vinculaba en la cotidianeidad…

El 24 de marzo del ’76 las Fuerzas Armadas derrocaron a la viuda de Perón y comenzaron el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, un proyecto planificado destinado a destruir toda forma de participación popular, completando y profundizando el esquema de persecución y exterminio que había puesto en práctica la siniestra Triple A. Se inauguró así el proceso autoritario más sangriento que registra la historia de nuestro país, durante el cual obreros, estudiantes, docentes, sindicalistas, intelectuales, artistas, profesionales y cristianos comprometidos, todos ellos bajo la calificación irrebatible de subversivos, fueron secuestrados, asesinados y desaparecieron. Sus hijos pequeños o nacidos en cautiverio quedaron en poder de los genocidas. Muchos otros compatriotas se exiliaron. Por supuesto, se produjeron de inmediato los razonamientos típicos del por algo será, algo habrán hecho o ¿saben los padres dónde están sus hijos?  

Al mismo tiempo se puso en práctica un severo plan económico que definió un nuevo modelo de país, responsable de muchas más muertes e injusticias que las de la tortura y el secuestro sistemáticos. 

En el ámbito educativo, la Dictadura era consciente del poder de la escuela y desarrolló múltiples mecanismos coercitivos de control: listas negras de docentes, nóminas de textos y autores prohibidos, circulares técnicas que posicionaban claramente el pensamiento del Proceso de Reorganización Nacional. En aquellos años nuestra escuela fue eco de la embestida oficial contra la participación de las alumnas en centros de estudiantes, movilizaciones o grupos de activistas, y endureció los controles disciplinarios y las normas de convivencia escolar hasta un límite insospechado. El modelo educativo privilegiaba el respeto por una falsa moral y la disciplina, la memorización y repetición por encima de la indagación libre, cuestionadora y constructora de pensamiento científico, la competencia por sobre la cooperación; y nos obligaba a una uniformidad violenta que anulaba el disenso, el pensamiento autónomo y crítico y el laicismo. La vestimenta, los textos, las canciones, los discursos, las comunicaciones a los padres encabezadas por un sugerente circular nº, la relación autoritaria que entablaban con nosotras la mayoría de los docentes y autoridades… todo transparentaba aquello que el poder deseaba comunicar o silenciar para ir imponiendo su ideología.

 

A mediados del ’82, la derrota catastrófica de Malvinas y la muerte de centenares de jóvenes argentinos, deterioraron la reputación de las fuerzas armadas las cuales se considereraron como los mayores responsables del desastre. Por allí se abrió definitivamente una hendija por la que se filtraría la libertad y también el horror de esos años de muerte. En el patio de la escuela nos atrevimos por primera vez a entonar un canto en contra de la dictadura y poco después cortábamos la avenida Rivadavia desafiando el ulular de sirenas que nunca más volverían a señalarnos el paso.

Llevamos la memoria en nosotras… Hacer memoria es no sólo recordar sino sobre todo hacer justicia: a más de treinta años  AHORA 40 del inicio de la dictadura tenemos que preguntarnos y saber responder cómo es que hemos llegado a la sociedad actual. Hoy hacer memoria es necesario: el silencio y el olvido no traerán la paz anunciada. Pero no es suficiente la memoria si no somos capaces de recrear el país que muchísimos docentes y estudiantes y trabajadores de los ’70 soñaron.

A los asesinos, a sus mandantes y a sus cómplices, y también a los cobardes y a los indiferentes, les decimos: pudieron, pero no del todo. Tan no del todo que acá estamos nosotras, diciendo estas cosas.

A ustedes, queridas profesoras y compañeras desaparecidas (nombrarlas) y también a J.López y al maestro Fuentealba, los abrazamos con ternura y les decimos: nos arrancaron sus cuerpos pero nos quedaron sus sueños... sueños que nos inspiran y alientan en la lucha por un país para todos. Y gritamos:

Profesoras y compañeras desaparecidas de la Escuela Normal Nº4: ¡Presentes! ¡Ahora y siempre! ¡Ahora y siempre! ¡Ahora y siempre!

Video del reencuentro por los 40 años de egresadas. 11/2022

 “La memoria es una imagen contemporánea del pasado. Próximo o remoto, no importa; al fin y al cabo, la memoria no está solo compuesta por el recuerdo de experiencias vividas, sino también por recuerdos transferidos o adquiridos y en buena medida negociados y acordados” Vinyes, Ricard: Diccionario de la memoria colectiva. Memoria y sociedad. Prefacio, pág. 21, editorial Gedisa. Barcelona, 2018.

Escoz, María Victoria "Ecos del Liceo" en "Acuarelas Urbanas",  Editorial La Docta Ignorancia. 2019

"El Carnet" de Silvia Mañanes

De milicos y peinados


La vieja me peina,
estira mi pelo grueso y largo,
hasta volverlo tirante,
en una cola de caballo.
Aún así, se escapan los mechones.
Ella también lo tiene
espeso, sobre los hombros,
salpicado de canas.
Siempre fue una nena
con aspecto de grande.
En la escuela
no quieren pelos revueltos,
no sé por qué,
apenas salgo a la calle
me lo desordeno.
El mío desentona.
Odio el orden y las órdenes.
Me gusta el pelo que derrapa
en la espalda.
Me gustan las personas
que desordenan el mundo.
En la escuela
está prohibido todo: pintarse los ojos,
usar minifalda, juntarse con los pibes
del Nacional en la puerta,
hablar de sexo y de política,
escuchar rock nacional. Pensar.
Pensar es marcar diferencias,
disentir. Sonar con la propia voz.
Repetimos los ríos de Europa y América,
no sabemos nada de sus gentes,
ni de amos, ni de esclavos.
La historia contada por sus dueños.
Sólo caricaturas.
Hay que formar fila, tomar distancia,
y aprender a callar.
Yo nunca me arreglé ni con las filas,
ni con las distancias,
mucho menos con los silencios.
Eso de que el silencio es salud
quedó tatuado en los huesos para muchos.
Nos acostumbraron a callar el sentir
y el pensar.
Nos enseñaron a ser hipócritas dóciles.
Los milicos, la preceptora, algunos profes
me orientaron por dónde ir: por lo prohibido.

Miro alrededor, tantas palabras silenciadas.
Hace tiempo que no están los milicos,
sin embargo muchos siguen en fila.
Peino a mis hijas,
nunca pude hacerles una cola de caballo.

María Victoria Escoz

Escoz, María Victoria "De milicos y peinados" en "Entre los adoquines una margarita se despereza". Editorial En Danza. 

Baldosas por la memoria

Distintas organizaciones barriales militantes por la Memoria, la Verdad y la Justicia se propusieron desandar el camino del Olvido en nuestros barrios. Para ello, intentaron reconstruir historias de vida de los militantes populares detenidos-desaparecidos o asesinados por el terrorismo de Estado, antes y durante la última Dictadura Militar con el deseo de rehumanizarlos, devolverles su identidad de luchadores sociales comprometidos y reivindicarlos. Por eso, reconstruyeron retazos de la historia, dejando huellas de su existencia en el lugar donde vivieron, cursaron estudios, trabajaron, militaron o donde los encontraron las balas de los genocidas . Decidieron señalar estos lugares como marcas en el suelo, en su memoria. Lo que la ciudad mantenía oculto empezaba a mostrarse en marcas en sus veredas. 

En la puerta del Normal 4 se encuentran las baldosas con los nombres de las estudiantes y trabajadoras desaparecidas que pasaron por allí. Ellas son:

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